05 Nov
05Nov

La motosierra de Milei es sólo un avance. Un aperitivo. En el sentido común se ha instalado el odio a los público, a los servicios financiados con impuestos (idealmente progresivos y mayores para los adinerados), las pensiones, las ayudas a los vulnerables...

El desprecio a los trabajadores públicos es sólo una parte de este blitzkrieg. El maestro que enseña a chavales del barrio deprimido, el médico que echa guardias, el bombero que nos rescata, pero también el auxiliar en ventanilla que gestiona y atiende para que todo funcione. Sin entrar en la valoración angélica y corporativista de asegurar que no hay manzanas podridas, que el sistema no admite mucha mejora, se juzga a toda una clase por sus peores ejemplos.

Se nos dice que todos los funcionarios son unos vagos. Desde esta generalización se caricaturiza al sector público como un refugio de incompetentes e indolentes que viven a costa de los contribuyentes sin aportar valor ( a la vez que se ve casi inaccesible el sector por las exigentes pruebas de acceso.). La iniciativa privada sería siempre más eficiente. Bajo esa premisa, Musk con su programa DOGE, desarmó al estado en varios sectores, dejando sin poder funcionar tareas que, en algunos casos, ejercerán sus empresas con lucro mediante, y en otros, no ejecutará nadie, con funestas consecuencias: Lo hemos vivido con la prevención de incendios en Castilla este mismo verano, o con los cribados del cáncer en varias autonomías.


No se debe aceptar la premisa de la indolencia. Hay que cambiar el marco hacia el valor, la vocación y la esencialidad del servicio público, y señalar que esta crítica es un ataque político orquestado.

Se fuerza el marco del "Chivo Expierto": "Esta generalización no es sobre la productividad, es la punta de lanza de una campaña para desprestigiar lo público y justificar recortes. Se crea un chivo expiatorio –el funcionario vago– para ocultar problemas complejos o para vender la idea de que lo privado es siempre mejor, algo que la pandemia y la crisis climática han desmentido.

Cuando hablamos de funcionarios, no hablamos de un concepto abstracto. Hablamos de la maestra que educa a tus hijos, la médico que te salva la vida en urgencias, la bombera que rescata a tu familia o la jueza que aplica la ley. ¿Son todos ellos 'unos vagos'? Esta crítica es un insulto a los pilares de nuestra sociedad.


Tener unos derechos laborales decentes (jornada, vacaciones) no es ser 'vago', es tener dignidad laboral. Lo que se critica como vaguería es, en realidad, el espejo de una precariedad privada que se ha normalizado. En lugar de aspirar a que todos tengan condiciones de funcionario, se nos invita a despreciar a quien las tiene. Igualar a la baja los derechos, por envidia, y sin aspirar a crear condiciones para que todos los centros de trabajo puedan tener herramientas contra la arbitrariedad de la dirección, la amenaza a la independencia profesional, o la apuesta por la explotación del productivismo estajanovista contra la productividad de calidad. Queremos condiciones dignas para todos, no generalizar la precariedad.


Es cierto que faltan herramientas (períodos de incorporación con mentorías y formación de calidad, formas de generar métricas de resultados sin que se burocratice el sistema de control, dedicando más tiempo a justificar el trabajo que a dar impuso real). Los propios sindicatos admiten que hay problemas, pero no precisamente los que consiguen altavoz en los medios. Pensar que un sistema con mejor formación, mejores medios, herramientas informáticas, sistemas de gestión, figuras de gestión de proyectos o de coordinación, puede redundar en un mejor servicio, y en una mejor productividad y motivación del trabajador, no significa sumarse a los ataques orquestados.


Existe el Compromiso Vocacional: Hay sectores de funcionarios que podrían ganar más en el sector privado. Eligen lo público por vocación de servicio. Su trabajo no se mide en beneficios para accionistas, sino en valor social para la comunidad. Su 'jefe' no es un CEO, es la ciudadanía a la que sirven.


Generalizar a más de 2,5 millones de personas por la anécdota de un trámite lento o un mal empleado es como juzgar a toda una profesión por su peor ejemplo. La inmensa mayoría cumple con su deber con rigor y entrega, a menudo con recursos insuficientes y bajo una presión y un escrutinio constante. No se juzga de la misma manera a un mal empleado, a un mal autónomo, a un empresario negligente, y no se extrapola a todo su sector los resultados singulares de ese empeño particular.


A nadie se le ocurre tras visitar a un dentista que hace un trabajo mejorable, un mecánico o contratistas que no respeta los plazos, a un fontanero chapuzas, a un abogado marrullero, de invalidar a todo el gremio tomando un único caso que no es una porción estadística significativa. Pero en este caso, si se hace.


Detrás de todo esto hay una campaña para retirar puestos de lo público y desplazarlos a lo privado, deteriorando aún más la capacidad de departamentos enteros para sacar adelante el trabajo con calidad, creando las condiciones y excusas para justificar esa precisa actuación de desinversión pública. Es un círculo vicioso que busca dos grandes objetivos:


-Abrir mercados para explotación privada

-Conseguir una reducción de carga fiscal para los grandes capitales, al reducir el presupuesto de servicios.


Claman que España es un infierno fiscal. Ellos denuncian que el Estado te roba tu dinero a través de impuestos abusivos, sofocando la iniciativa individual y la economía. Otros países serían paraísos donde el Estado no interfiere. No se discute si los impuestos son "altos o bajos" en abstracto. Se redefine el debate en torno a la inversión colectiva, la justicia y no se mira la comparación real con nuestro entorno.  (otros países y sus cargas fiscales o niveles de empleo público). 


Tenemos una presión fiscal inferior a la media de la UE y muy por debajo de países referentes como Francia, Alemania, Bélgica o los nórdicos. Tenemos un sector de empleo público bastante por debajo.


Se llama Civilización, no Infierno: Los impuestos no son un robo, son la cuota de entrada a una sociedad civilizada. Es el precio que pagamos para tener sanidad universal, educación pública, pensiones, dependencia, carreteras y policía. Un infierno sería el sálvese quien pueda donde solo sobrevive el que puede pagárselo, la solución individual como la única posible, un fracaso de lo colectivo y lo social.


El problema no son los impuestos, es qué obtenemos a cambio. La queja debería ser: '¿por qué no tenemos servicios nórdicos si podríamos financiarlos?', no 'bajemos los impuestos a niveles que impidan tener servicios dignos'. La discusión es sobre la calidad de la inversión pública, no sobre su existencia." No se discute desde esos ataques la subida del presupuesto militar, por ejemplo. Se trata de una campaña cínica, y parcial.


El verdadero 'infierno fiscal' lo sufren los trabajadores y las pymes, mientras que las grandes fortunas y multinacionales pagan tipos efectivos irrisorios. La solución no es bajar los impuestos a todos, sino perseguir el fraude y garantizar que quien más tiene, más contribuya a la sociedad que le permite tener riqueza.


Cada euro en impuestos es un euro que se convierte en una beca, una ambulancia, un cuidado a un mayor o una investigación contra el cáncer. ¿Es eso un 'infierno'? Es lo contrario: es un pacto de solidaridad que nos protege a todos en los momentos difíciles de la vida.


Este debate se está teniendo sobre una batería de falacias conocidas:

-Generalización Apresurada (Falacia de Muestra Sesgada): Tomar un caso aislado (un funcionario incompetente, un trámite burocrático lento) y presentarlo como la norma que define a todo el conjunto. "El funcionario de ventanilla X fue antipático, por lo tanto, todos los funcionarios son unos vagos y despreocupados." Es una generalización injusta y falaz."


-Falso Dilema (Falsa Dicotomía): Presentar solo dos opciones extremas como si fueran las únicas posibles, ignorando matices y alternativas. "O recortamos el tamaño del Estado y bajamos los impuestos, o nos convertimos en una dictadura comunista bolivariana donde el Estado lo controla todo mientras una clase vive de paguitas." Esa es una dicotomía falsa. La discusión real no es entre un Estado inexistente y uno totalitario, sino sobre qué tipo de Estado queremos: uno que garantice derechos básicos y oportunidades, o uno que abandone a su suerte a los más débiles.


-Pendiente Resbaladiza: Argumentar que una acción moderada conducirá inevitablemente a una consecuencia extrema y catastrófica, sin pruebas para ese desenlace. "Si subimos los impuestos a las rentas más altas, los empresarios huirán, se destruirá el empleo y acabaremos como Venezuela." Aquí caben pasos lógicos intermedios que faltan, hay que exigir los eslabones perdidos. Afirmar que una medida fiscal progresiva, común en la UE, nos llevará a una hiperinflación es un salto lógico sin fundamento. Es como decir que poner un semáforo en un cruce llevará inevitablemente a una prohibición total de conducir.


-Falacia del Hombre de Paja: Distorsionar, exagerar o caricaturizar la posición del adversario para atacarla más fácilmente. "La izquierda cree que el dinero es del Estado y que los ciudadanos no merecen quedarse con el fruto de su trabajo. Quieren expropiarte todo lo que ganas para mantener a gente que no quiere trabajar." Cabe corregir la posición real de partida. Nadie dice que el dinero sea del Estado. Lo que decimos es que vivir en sociedad tiene un coste compartido. No se trata de 'expropiar', se trata de contribuir solidariamente a unos servicios que benefician a todos, incluido tú mismo.


-Argumento Ad Hominem (Ataque a la persona): Atacar a la persona que defiende una idea en lugar de refutar la idea en sí. "Claro, tú defiendes la sanidad pública porque eres un funcionario y vives de nuestros impuestos. Tu opinión no cuenta." Esto rehúye el debate al fondo. "Mi situación personal es irrelevante para los datos: la sanidad pública salva vidas y es más eficiente que los modelos puramente privados. Si quieres debatir eso, hablemos de los datos, no de mí."


-Reducción al Absurdo (Mal Aplicada): Llevar la propuesta del contrario a una conclusión extrema y ridícula para hacerla parecer inviable, incluso cuando la propuesta original es sensata. Ejemplo: "¿Quieres regular las rentas de alquiler para que sean asequibles? Eso es como decir que el Estado debe decidir quién vive dónde y a qué precio. ¡Es el comunismo puro!" Es necesario volver al punto de partida y negar la conclusión falsa. "Regular un mercado desbocado para evitar abusos no es 'comunismo'. Es sentido común y se hace en muchas ciudades europeas. Nadie está proponiendo que el Estado asigne viviendas, sino que impida que la vivienda, un derecho fundamental, sea un bien de lujo.


-La Falacia del "Centro" o Falso Equilibrio: Tratar dos posiciones como igualmente válidas por el mero hecho de ser opuestas, ignorando la evidencia, la razón o la moral que hay detrás de cada una. Es el caso en qe se iguala a fascistas y antifascistas, por ejemplo. Hay más ejemplos. "Por un lado, los ecologistas piden cerrar las centrales de carbón. Por el otro, la industria pide seguir usándolas. La verdad debe estar en un punto intermedio." Hay que priorizar la evidencia sobre la equidistancia. "No todas las posturas merecen el mismo peso. La ciencia es clara sobre la emergencia climática. Buscar un 'punto intermedio' entre la evidencia científica y un interés económico privado es legitimar una posición que nos perjudica a todos."


-Tu Quoque ("Y tú también"): Justificar o ignorar un error propio señalando que el oponente también lo cometió en el pasado. Que se haya hecho algo mal en el pasado no convierte en bueno hacerlo ahora. Estamos hablando de la medida actual y por qué es dañina. 


-Falacia de la Falsa Equivalencia: Comparar dos cosas que son superficialmente similares pero fundamentalmente diferentes, tratándolas como si fueran moral o prácticamente equivalentes. Ejemplo: "El partido A tiene casos de corrupción y el partido B también. Todos son iguales, da igual a quién votes." Hay que diferenciar cualitativamente. "No es lo mismo un caso aislado y condenado dentro de un partido, que una trama sistemática y protegida por la cúpula. Equiparar lo distinto es una forma de cinismo que solo beneficia a los que más tienen que ocultar."


-Falacia del Nirvana (o Perfección): Rechazar una solución o propuesta porque no es perfecta y no resuelve todos los problemas de una vez. Ejemplo: "¿Para qué vamos a aprobar esta ley contra la violencia de género si no va a acabar con todos los asesinatos machistas? Es inútil." Defendemos el progreso incremental. "Es una falacia rechazar una mejora porque no sea la solución absoluta. Si una medida salva una sola vida, ya vale la pena. La perfección no puede ser enemiga del bien. Avanzamos paso a paso.


-Falsa Analogía: Establecer una comparación inexacta entre dos realidades diferentes. Ejemplo: "Una empresa privada despediría al 30% de los funcionarios por improductivos." Refutación: "Comparar la administración pública con una empresa es un error conceptual: el Estado no busca beneficio económico, sino proveer servicios universales.


-Falacia del Francotirador (Cherry Picking): Seleccionar solo datos que confirmen el prejuicio, ignorando el resto. Ejemplo: "Algunos empleados públicos trabajan solo 35 horas semanales y tienen dos meses de vacaciones" (ignorando horarios partidos, trabajo no presencial, etc.). Esa elección interesada de datos oculta la realidad: muchos funcionarios realizan horas extras no remuneradas, tienen alta responsabilidad y su jornada real supera ampliamente la teórica.  Especialmente cierto en el caso de maestros, en que sólo cuentan las horas de clase efectiva, no la preparación de materiales, el aspecto burocrático, las correcciones y evaluaciones, reuniones, etc...


-Falacia de la Causa Falsa (Post Hoc)Falacia: Asumir que porque dos cosas ocurren juntas, una causa la otra. Ejemplo: "Desde que aumentó el número de funcionarios, la economía española fue a peor, luego los funcionarios hundieron la economía." Refutación: "Correlación no implica causalidad. La crisis económica tuvo causas sistémicas globales y del sector financiero.


Como afirmaba Steve Bannon, se trata de convertir el debate público en un estercolero, llenarlo de datos falsos, bulos, argumentos sofísticos, exacerbar altamente las emociones mediante demonizaciones del adversario... Cuando uno no puede distinguir lo cierto de lo falso, y ha invertido demasiado emotivamente en defender una trinchera, la deliberación pública se torna imposible. Es entonces cuando el dinosaurio vota por el meteorito, el pensionista vota por la eugenesia, y la era de los monstruos políticos como Trump o Milei, se torna mainstream, sentido común, y ejecutan lo prometido: la motosierra.

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